UNA NOVELA GRÁFICA PARA LOS QUE AMAN VOLAR Esta divertida historia de altos vuelos te invita a viajar a través de los ojos de una azafata y a experimentar las hilarantes situaciones que se viven a bordo de un avión. Andrea es una azafata con horarios imposibles que vive entre aviones y aeropuertos. Volar es su gran pasión, ser tripulante de cabina le permite viajar y conocer muchas ciudades, ¡todo un lujo! Aunque no siempre le programan sus destinos favoritos, esta vez ha sido afortunada y se prepara con ilusión para su primer vuelo a Reikiavik... ¿Tendrá también suerte con la tripulación que le ha tocado? ¿Y con los pasajeros? Ya se sabe que no es oro todo lo que reluce. Detrás de los viajes y hoteles de ensueño hay muchos madrugones y ojeras que maquillar, pasajeros un pelín especiales e hipoxia con la que lidiar. Eso sí, sin perder nunca la sonrisa (con los labios rojos, por supuesto) a pesar de las turbulencias. Las confesiones de esta simpática azafata nos muestran el mundo de la aviación desde dentro, y es que la vida a 30.000 pies de altura tiene mejores vistas. Las confesiones de esta simpática azafata nos muestran el mundo de la aviación desde dentro, y es que la vida a 30.000 pies de altura tiene mejores vistas. ENGLISH DESCRIPTION A GRAPHIC NOVEL FOR THOSE THAT LOVE FLYING. This amusing, high-flying story invites you to travel through the eyes of a flight attendant and experience the hilarious situations that occur aboard a plane. Andrea is a flight attendant with an impossible schedule that lives between plains and airports. Flying is her passion; being a crew member allows her to travel and visit numerous cities. Quite a luxury! Although she isn’t always scheduled for her favorite destinations, this time she was lucky and is happily getting ready for her first flight to Reykjavik... Will she also prove lucky regarding the crew? And the passengers? It is known that not everything that glitters is gold. Behind all the traveling and dreamy hotels, there are plenty of early mornings and dark rings under her eyes she must conceal; passengers who are a bit peculiar, and hypoxia to deal with. But certainly, never without a smile (with red lips, of course), regardless of the turbulence. The confessions of this likable flight attendant show us the aviation world from the inside. Because life at thirty thousand feet just has better views.