El coronavirus, producto de la mundialización, desencadena un mecanismo de fuerzas técnicas, económicas, dominadoras y al mismo tiempo cuestiona el modelo de crecimiento. Esta crisis sanitaria proviene de nuestras condiciones de vida, de alimentación y de intoxicación. Lo que era "divino" se ha vuelto humano, demasiado humano, como dice Nietzsche. La lupa viral aumenta los rasgos de nuestras contradicciones y de nuestros límites. Lo que golpea nuestra puerta es un principio de realidad. La muerte, que habíamos exportado con las guerras, que pensábamos confinada a algunos otros virus y los cánceres, está aquí, acechando en la esquina. Descubrimos que somos humanos, pero seguramente ni sobrehumanos ni transhumanos. ¿Demasiado humanos? O bien, ¿no habrá que comprender que nunca es posible serlo demasiado?